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Conserv Biol ; : e14265, 2024 Apr 15.
Artigo em Inglês | MEDLINE | ID: mdl-38616727

RESUMO

The fungal infection causing white-nose disease in hibernating bats in North America has resulted in dramatic population declines of affected species, since the introduction of the causative agent Pseudogymnoascus destructans. The fungus is native to the Palearctic, where it also infects several bat species, yet rarely causes severe pathology or the death of the host. Pseudogymnoascus destructans infects bats during hibernation by invading and digesting the skin tissue, resulting in the disruption of torpor patterns and consequent emaciation. Relations among pathogen, host, and environment are complex, and individuals, populations, and species respond to the fungal pathogen in different ways. For example, the Nearctic Myotis lucifugus responds to infection by mounting a robust immune response, leading to immunopathology often contributing to mortality. In contrast, the Palearctic M. myotis shows no significant immunological response to infection. This lack of a strong response, resulting from the long coevolution between the hosts and the pathogen in the pathogen's native range, likely contributes to survival in tolerant species. After more than 15 years since the initial introduction of the fungus to North America, some of the affected populations are showing signs of recovery, suggesting that the fungus, hosts, or both are undergoing processes that may eventually lead to coexistence. The suggested or implemented management methods of the disease in North America have encompassed, for example, the use of probiotics and fungicides, vaccinations, and modifying the environmental conditions of the hibernation sites to limit the growth of the pathogen, intensity of infection, or the hosts' responses to it. Based on current knowledge from Eurasia, policy makers and conservation managers should refrain from disrupting the ongoing evolutionary processes and adopt a holistic approach to managing the epizootic.


Vista paleártica de una enfermedad fúngica de murciélagos Resumen La enfermedad fúngica que produce el síndrome de nariz blanca en murciélagos en hibernación en Norte América ha resultado en declinaciones poblacionales dramáticas en las especies afectadas desde la introducción del agente causante, Pseudogymnoascus destructans. El hongo es nativo del Paleártico, donde también infecta a varias especies de murciélagos; sin embargo, raramente causa patología severa o la muerte del hospedero. Pseudogymnoascus destructans infecta a los murciélagos durante la hibernación invadiendo y digiriendo el tejido de la piel, lo que resulta en la disrupción de los patrones de torpor y la consecuente emaciación. Las relaciones entre el patógeno, el huésped y el ambiente son complejas, y los individuos, las especies y poblaciones responden al patógeno fúngico de distintas maneras. Por ejemplo, Myotis lucifugus, especie del Neártico, responde a la infección montando una respuesta inmune robusta, produciendo una inmunopatología que a menudo contribuye a la mortalidad. En contraste, M. myotis del Paleártico no presenta respuesta inmunológica significativa a la infección. La falta de una fuerte respuesta, resultado de la larga coevolución entre hospederos y el patógeno en el rango nativo de distribución del patógeno, probablemente contribuye a la supervivencia en especies tolerantes. Después de más de 15 años desde la introducción del hongo en Norte América, algunas de las poblaciones afectadas están mostrando señales recuperación, lo que sugiere que el hongo, hospederos, o ambos, están pasando por procesos que eventualmente pueden conducir a la coexistencia. Los métodos de manejo de la enfermedad sugeridos o implementados en Norte América han abarcado, por ejemplo, el uso de probióticos y fungicidas, vacunaciones y modificación de las condiciones ambientales de los sitios de hibernación para limitar el crecimiento del patógeno, la intensidad de la infección o las respuestas de los hospederos. Con base en conocimiento actual de Eurasia, los formuladores de políticas y los manejadores de la conservación deberían abstenerse de alterar los procesos evolutivos en curso y adoptar un enfoque holístico para gestionar la epizootia.

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